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Toledo se mueve

Abundio nació en Toledo

Totalmente confirmado. Y no sólo él. También nacieron en la misma ciudad el señor aquel que asó la manteca, el  que se hizo famoso por vender el coche para ir a comprar gasolina e, incluso, otro hombre que pasaba los días dando pellizcos al agua.

 

 Supongo que esta afirmación, que revela datos hasta ahora desconocidos para la humanidad, requiere una explicación exhaustiva sobre los métodos de investigación seguidos y el posterior análisis de los resultados, por lo que a continuación detallaré cómo he alcanzado esta conclusión.

 

Los motivos que me llevaron a investigar al respecto fueron llegando lentamente a lo largo de los años, pues ya desde niño me sorprendió la asombrosa capacidad que demuestra esta ciudad para eliminar todos los aspectos valiosos con los que cuenta.

 

El primer éxito que recuerdo en esta materia, y que es en mi opinión el más destacable, fue el abandono progresivo en el que hemos sumido al Casco Histórico. Se permitió que centenares de casas empeoraran su estado gradualmente hasta provocar la huida de los habitantes de las mismas, después se trasladaron la mayor parte edificios públicos a las zonas nuevas de la ciudad y, por último, se construyeron centros comerciales que acogieran a miles de visitantes mensuales, restando público a los establecimientos instalados en la parte antigua de la ciudad.

 

Otro éxito importante es la imagen urbanística de Toledo. Lejos quedó aquella ciudad congregada en torno a sus iglesias y monumentos, que crecía lentamente más allá de las murallas, respetando el entorno natural incomparable de la zona conocida como Los Cigarrales, y se transformó en un conglomerado de viviendas unifamiliares idénticas y abigarradas, cuya obra cumbre del nuevo urbanismo lo encontramos reflejado en el complejo hotelero “Cigarral del Bosque”.

 

Y cómo olvidar el AVE, esa joya de la ingeniería que es el tren de alta velocidad, comunicando nuestra ciudad con la capital de España en poco más e veinte minutos, a costa, claro está, de suprimir la línea convencional de ferrocarril que nos comunicaba también con Madrid en 60 minutos deteniéndose primero en localidades como Añover de Tajo  o Aranjuez.

 

Y fue entonces, sólo entonces, cuando esta innovación tecnológica era presentada como la panacea de los toledanos, cuando reparé en que todas estas actuaciones negligentes que había observado en mi ciudad desde mi niñez, parecían tener sentido.

 

No era casualidad que las administraciones anunciaran la próxima creación de decenas de miles de viviendas, la construcción de nuevas superficies comerciales y la implantación de nuevos servicios. No era casualidad que el precio de la vivienda empezara a subir exponencialmente, ni que los madrileños comenzaran a considerar a nuestra ciudad como un lugar interesante donde fijar su residencia.

 

Ahora ya está todo claro. El objetivo de nuestros políticos es incrementar la población de la ciudad a cualquier precio y, lograr eso, teniendo cerca una ciudad como Madrid, saturada y con unos precios desorbitados, es muy sencillo.

  

Como era de esperar, dadas las circunstancias del mercado actual, la estrategia desarrollada ha resultado todo un éxito, y el mensaje ha llegado a su destinatario. Toledo, si nadie lo remedia, se convertirá en una nueva ciudad dormitorio.

 

Con el fin de adaptarme a la nueva situación que, sin duda, me tocará vivir, he decidido indagar sobre este tipo de municipios. Sin embargo, y en contra de lo que preveía, las pesquisas han sido muy breves.

 

Decidí escoger, de forma aleatoria, uno de los municipios más representativos de entre todas las ciudades dormitorio existentes, y la suerte me llevó a la ciudad de Getafe. Leyendo el primer párrafo del discurso de presentación del municipio en la página oficial del Ayuntamiento, el alcalde, Pedro Castro, afirma que Getafe “pasó de ser municipio industrial y ciudad dormitorio a convertirse en una ciudad universitaria”.

 

No contento con estas declaraciones, y haciendo uso de la memoria, recordé dos entrevistas aparecidas en la prensa local toledana durante el presente mes de agosto a los alcaldes de Gálvez y de Valmojado.

 El primero de ellos, en una entrevista publicada en la edición toledana del diario ABC el día 14 de agosto, responde que “crecer por crecer es una barbaridad y vamos a poner las bases para tener un pueblo con una calidad de vida envidiable y que no se convierta en una ciudad dormitorio”, algo parecido a lo afirmado por su homólogo de Valmojado diez días antes en el mismo medio de comunicación, donde manifestó que “tras todas estas obras, Valmojado sufrirá un gran cambio. Pero lo que no queremos es que se convierta en una ciudad dormitorio” 

No me hizo falta continuar investigando al respecto para deducir que el hecho de que un municipio sea considerado como una ciudad dormitorio de otro, no es positivo, pues lleva consigo implícita la afirmación de que la dependencia de esta ciudad sobre otra es tan alta, que depende de ella en exclusiva para su desarrollo.

 

Sin embargo, es innegable que ser una ciudad dormitorio aporta ventajas suculentas a corto plazo, pues implica que residen en tu ciudad un conjunto de personas que trabaja en otro municipio diferente al nuestro,  utilizando todos los servicios públicos del mismo, pero reportando todo su bienestar económico en la ciudad, ya sea en forma de impuestos o de consumo, en la llamada ciudad dormitorio.

 

Por eso, y conociendo la “talla moral” de nuestros políticos y la solidez de sus valores morales, no es de extrañar que hayan accedido a sacrificar gran parte de la identidad de la ciudad por un puñado de euros, cegados por los "beneficios" inmediatos e hipotecando el futuro de la ciudad en todas las facetas de la misma.

 

Y en el preciso instante en que comprendí este proceso, que ya duraba varios años, comprendí que la estulticia y necedad de nuestros políticos era de un grado tan elevado, que sólo era comparable al grado que alcanzan sus ciudadanos, que cada cuatro años eligen a unos políticos, sean del signo que sean, que anteponen fines económicos a la historia y el porvenir de la ciudad.

 

Tras comprobar, por tanto, que en la ciudad de Toledo todos somos tontos, ya que de otra forma no sería posible que tuvieran lugar los sucesos que aquí acontecen, y que en otros municipios sólo cuentan con uno, el famoso “tonto del pueblo”, puse fin a esta investigación y deduje que la probabilidad de que Abundio y otros tontos ilustres hayan nacido en Toledo, es infinitamente  mayor a la que tienen el resto de municipios.

Nota del autor: Afortunadamente, la paralización de obras como la que pretendía llevarse a cabo en la Vega Baja aportan cierta incertidumbre a esta investigación. Espero que haya muchas otras “vegas bajas” en mi ciudad que me hagan pensar que el único tonto de la ciudad soy yo, por haber escrito el anterior artículo.

                

1 comentario

jose -

Tienes toda la razón.
Un saludo